La brisa tibia acaricia mis mejillas, mi cabello ondeante muestra la dirección del viento, el sonido del pastizal anuncia su presencia, la sombra bajo aquel gran árbol parece ser el mejor refugio para el incandescente sol que quema cada célula de mi piel.
Confiar es venderse a sí mismo, las promesas no son más que palabras dichas al viento, son vacías y carentes de ilusión, ¿por qué? Simplemente porque nadie está dispuesto a llevarlas hasta las últimas consecuencias, tal vez sea cobardía por no poder llevar a cuestas una responsabilidad, que a veces va en contra de pensamientos, emociones y sentimientos, o tal vez sea astucia, para no tener que cargar con nada más pesado de lo que se puede llevar. Para muchas personas la palabra “promesa” no tiene ningún valor más allá del significado de la palabra, pero para personas como yo significa un todo por el que se lucha y se muere si es necesario, una promesa es una razón más para vivir y seguir hasta el final del camino sin perder el sendero a causa de la oscuridad, es esa luz que siempre parpadea, no importa que tan lejos esté, siempre es lo suficientemente brillante para mostrarme por donde debo seguir. Entonces, ¿qué pasa cuando alguien rompe un promesa que había hecho conmigo, una promesa que había adquirido un significado tan importante en mí, en mi vida y en mi ser?... Se acaba la ilusión, todos aquellos sentimientos que habían crecido gracias a esas palabras se van lejos de mí, sólo quedan sentimientos de venganza y odio, la soledad se convierte en mi más fiel consejera y con ella, miles de ideas atraviesan mi cabeza, no de muerte, más bien de destrucción, no exactamente exterior, es más del interior, el ser “mierda” se convierte en una profesión en la que soy la mejor. Ya no hay vuelta atrás, para recuperar el ser que antes era tendrá que abrirse el infierno y sacarme de lo más profundo del hueco, no de la depresión, no me voy a estancar por falta de amor, sólo que ya no existirá el altruismo, de nada sirve “sacrificarse” por la felicidad de los demás si no se toman la molestia de saber cómo estás, aunque sea de vez en cuando, o no tienen los cojones suficientes para mantener firmes las palabras que alguna vez fueron recitadas ante el viendo y guardas en el fuero interno, en el corazón, cinceladas en el alma para jamás perderlas en la nada, y que ahora han sido arrebatadas como si ya no estuviera nada más que la NADA.
Es patético seguir abordando el mismo tema una y otra vez, como el perro que da más de tres vueltas antes de echarse a dormir, lo dicho, dicho está, ya he expresado mis pensamientos, si no le gusta… pues no se lo coma, esta vez no lo hago para ustedes, lo hago para mí; el mundo no caerá si no estoy para él pero, tal vez yo sí caiga para siempre si no me reconcilio con mi ser, en hora buena, he expresado mi sentir, a quién le caiga el guante que se lo chante… Buenas Lunas.
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