Pensamientos
inocentes rebotan en la cabeza como el eco de un momento que ya pasó y que
jamás volverá a ser… un pensamiento, una historia, un sentimiento, una emoción…
Sentarse
en medio de la habitación observando el techo y con cada veta encontrar la narración
de un acontecimiento que marcó de alguna manera la formación de lo que eres
hoy.
Olvidar…
-risa irónica- es la patraña más grande que se ha inventado el hombre para
simular que ya no le duele, para evitar lágrimas mientras se revive el momento…
también lo denominan sanar y que el señor tiempo es la cura para ello, pero la
verdad es que nunca sana, cuando algo duele, duele y punto final, y más, si son
cosas, personas, momentos e historias que son inherentes a quien eres en la
actualidad y obligar a alguien a desprenderse de ello, es decirle que no
aceptas una parte fundamental de él o ella y que por lo tanto, lo presionas a
que cambie, a que entre en un molde predeterminado en vez de confiar en sus
palabras, sentimientos y emociones…
Es
complicado, lo sé, pero las personas merecen un voto de fe y más si te han
demostrado con sus actitudes que con la misma veracidad que pronuncian
palabras, promesas, emociones y sentimientos es como lo sienten en su fuero
interno…
No
sé cómo explicar lo que ahora siento, sólo sé que frente a la pantalla recuerdo
muchos momentos, olores… que en mi pecho hay un vacío infernal, una ausencia
sin forma, un sinfín de silencios que arruinan la melodía de mi vida, un título
sólo cambia un rol y los derechos y deberes que éste concierne, más no
disminuye la intensidad de un pensamiento emocional, de un sentimiento, de una
emoción… de una representación significativa de alguien en nuestras vidas…
Quizá
mañana recupere ese pedacito de alma al que hoy le he dicho adiós, que encaje
perfecto en mi alma, espíritu y corazón, conviviendo en paz con los otros
pedazos de mi existencia, formando todos un todo que se denomina YO… La verdad, es que no voy a olvidar...