martes, 24 de agosto de 2010

Una vez…

Una vez aluciné con un perfecto ser, de hermosa presencia y noble corazón. Un ser que sólo tenía lugar en quimeras de pequeños y en sueños nocturnos de adolescente. Seres que en la realidad no podían simplemente aparecer… seres que sólo eran parte de una imaginación inquieta, sedienta de nuevas aventuras en un patio trasero, una sala, una cama…

Una vez deseé que “momosito” cobrara vida y se transformara en el ser de las mil maravillas que había anhelado a mi lado tener, que mis abrazos fueran recíprocos y que sus picos sonaran como cuando yo lo piqueaba a él.

Una vez pensé que jamás existiría aquel magnificente ser, y entonces abrí los ojos y vi que sólo era una pesadilla. Entre letras siempre lo describí, en mi mente siempre vago su perfecta silueta… jamás veía su rostro, se escondía tras la niebla. Más de una vez escuché el eco de su risa en mi oído izquierdo, haciéndome volver para toparme con el silencio inclemente de la nada.

Una vez quise tocar el tierno algodón del cielo con mis manos, y entonces acaricié tu rostro y ya no fue necesario. Una vez quise sentirme como pájaro libre entre las corrientes del viento, y entonces me abracé fuerte contra tu pecho y ya no fue necesario. Una vez tuve un sueño multicolor y quise encontrarlo, y entonces besé tus labios y ya no fue necesario. Una vez quise viajar al fondo del océano a buscar el tesoro más preciado, y entonces te conocí a ti y ya no fue necesario. 

Bastó solo una vez para caer ante tus pies, bastó un solo beso, una sola caricia… para estar una vez y para siempre enamorada de ti…