¿Dolor?... muchas veces dije sentirlo, cuando el vacío inminente se apoderaba de mi pecho, esa herida sangrante de lágrimas que profesa día a día que la felicidad no está escrita, que por más que quieras alcanzarla jamás la tendrás contigo, porque ella al igual que el tiempo se escapan fugazmente con cada correr del minutero.
Dolor, dolor, dolor… hay dolores que se van, hay medicinas que apaciguan… pero existe uno que ni siquiera Cronos ha logrado darle cura, cuando un corazón se rompe, cuando sus sueños se desvanecen… cuando sigue latiendo aun sabiendo que no tiene por qué hacerlo; ese dolor calcinante que recorre las venas, aprieta el pecho y anuda la garganta.
Sí, ese dolor que no explicas, que no superas. Ese que en silencio lamentas y con sollozos pretendes alejar, sí, ese mismo que ataca a la media noche, ese que se escabulle entre pensamientos… ese que por desgracia conoce todos tus miedos, tus flagelos, tus debilidades, capaz de terminar contigo tan rápido que ni siquiera queda tiempo para pensar en qué momento sucedió todo.
Un dolor que al pensarlo te atormenta, al sentirlo te desorienta, al explicarlo te gobierna; uno que no cesa, que ignoras y logra prevalecer, que crees haber olvidado pero siempre aparece, sigiloso, inclemente, así se siente la presencia de Soledad.
“El dolor está en la mente”… Solo una mente sagaz piensa habitar de donde difícilmente lo lograrán sacar…
Dolor se llama silencio, ausencia… el nombre de mi dolor es tu amargura, tus lágrimas, tu dolor.
La afonía es el sonido perfecto para el rodar de aquellas lágrimas que se desprenden de tus ojos, que fijos miran a través de la ventana, imaginado cómo sería sí todo fuera diferente.
Escapar de la realidad, crear mundos invisibles donde ser feliz es la ley, y los malos ratos solo cuentos de miedo para hacer dormir a los pequeños a la hora adecuada.
Mundos invisibles, intangibles, irreales… una completa farsa, farsa que causa más dolor que el dolor en su razón misma como parte de la realidad…