No es necesario que mi corazón deje de latir para saber que estoy perdiendo mi vida, no es necesario que mi piel esté fría para saber que está gélida a causa de tu ausencia, morir va más allá de trascender del cuerpo al alma en una eternidad intangible que habita en un más allá.
Morir hecha pedazos, tendida sobre la alfombra de mi habitación, derramando recuerdos en gotas de cristal, con sabor a remordimiento, pena y sufrimiento. Recoger cada pedazo tratando de hacerlo uno de nuevo, con la frustración de saber que nada será lo que fue.
Suficiente… jamás será suficiente, a medida que des se te pedirá más, tal vez llegando a un límite en el que pienses que darlo todo ya no tiene sentido, un sentido que le había dado la base a un ser que se creía insignificante, que luego de escucharte se había convencido que podía ser más de lo que pensaba.
Morir envuelta de soledad intensa, ahogada en el agujero negro creado en mi pecho… uno que acaba con todos aquellos sentimientos que habían despertado pensando ser eternos… pero en éste mundo no hay nada eterno, la palabra misma se contradice al pronunciarla, con el tiempo dejará de existir, y por lo tanto no existirá ese significado.
Morir desgarrada sin mostrar herida aparente, morir tibia y lentamente, morir con sigilo y silencio, morir sin demostrar ausencia, morir con calma sin manchas ni huellas, simplemente respirar hasta que el aire se agote y no quede más que dormir incesantemente.
Déjame morir, déjame estar sin sentir, ver sin mirar, escuchar sin oír… déjame tocar sin palpar, cantar sin afinar… déjame acá, olvida que me conociste, me tuviste y sometiste… olvídate de mi amistad, de mi dolor, de mis pensamientos, aléjate no te quiero conmigo ni un momento… desde que te siento no quiero más que morir entre sueños y quedarme viviendo en la penumbra de la nada, imaginando que todo podría ser diferente… claro, si tu no estás a mi lado…
Déjame morir a ti para renacer en mí…