lunes, 27 de julio de 2015

El invierno en sus cabellos avisa los años ya pasados

Hace mucho no uso este medio para expresar lo que siento, hoy me siento frente a una pantalla nuevamente, dialogando, al compás de las teclas, lo que a mi corazón hoy atañe de desolación, un nudo indescriptible se aloja en mi garganta, desatando una tormenta que se desliza implacable por mis ya rojizas mejillas.

Hoy mi tristeza se tiñe de nostalgia y se agobia la esperanza. Han pasado ya más de 15 años y aún no supero el hecho catastrófico de perder en parte a ese ser tan indispensable en la vida como lo es la mamá.

Cuando era niña, veía a los adultos como seres eternos, no sabía qué era el peso de los años ni mucho menos lo que causaría en mí saber que cada vez están más del otro lado.

Ahora, con algo de peso de Cronos a cuestas comprendo tantas cosas que siendo niña me decían, aquellas palabras sabías proferidas de bocas tan santas como lo son los progenitores de nuestros padres, palabras tantas veces ignoradas o reprochadas por ser repetidas, y ahora tan anheladas porque no sabes en qué momento sólo escucharas el suspiro del viento anunciando la llegada de la inexorable llegada del fin humano.

Pensar en todos los años que de su vida dedicaron para tu cuidado, y ahora con sus almas ya cansadas, piden a gritos un poco de auxilio, de comprensión de cuidado.

Hoy tengo el alma rota en mil pedazos porque siento que mis viejos ya son viejos, sus cuerpos desgastados aparentando ser jóvenes, con miedo de volverse cargas o molestias, llenos de aflicciones, con tantas curitas en el alma que no merecen ni una herida más, tan llenos aún de esperanza, de sueños, de ilusiones que se acongoja mi espíritu al saber que no tengo los medios suficientes para cumplirles cada capricho antes de que sea demasiado tarde.

Hoy me encuentro en debate por tantas veces que sin darme cuenta les he dado la espalda, sin pensar que quizá mañana ya no estén y su ausencia haga que reconozca el valor que tienen y lo importantes que son en mi vida.


Muchas veces prestamos más atención a lo vano, quizá lo inmaterial del asunto llamado amor se traduzca en tiempo, en palabras, es presencia para aquellos seres que habitan nuestra casa, y que desde la sombra siempre han sido un sustento, una luz, las respuestas a nuestros dilemas, usando naguas lo suficientemente grandes para acogernos siempre que necesitemos un refugio sin importar la edad que tengamos, después de todo siempre seremos sus bebés…