jueves, 25 de marzo de 2010

Conflictos internos que ni yo misma entiendo

Me veo en el reflejo del espejo, entiendo más no comprendo qué es lo que verdaderamente estoy viendo, no es más que mi físico, mi exterior. Pero… ¿qué pasa con lo que esta bajo esa piel?, todos aquellos sentimientos que se agolpan y se entorpecen entre ellos, es extraño pero, realmente no sé qué es lo que siento, cuál de todos aquellos es el que agobia mi alma. Es ilógico sentirme sola cuando tengo muchas personas que me rodean, pero qué pasa cuando pareciera que solo están ahí sin estar verdaderamente, qué pasa cuando sus palabras son algo más que llena el día y no algo que alimente el corazón, qué pasa cuando sus acciones se vuelven algo cotidiano y necesario para la realización de cada día. Es fácil buscar culpables, con tal de que no sea yo. Complicado, complicado aceptar que tal vez la del problema soy yo, las barreras que veo no son más que el producto del invierno de sentimientos que se produce en mi pecho, rabia, si eso, rabia, rabia al saber que así como puedo querer puedo odiar al mismo ser, puedo darle lo mejor de mí y luego solo dejarla ir sin ningún remordimiento, sin ningún dolor.

Amor, cariño, expresiones sinceras de afecto es lo que siempre anhelo, palabras cálidas que me abracen cuando el frío de la tristeza atraviese el ser dejándolo helado en emociones, caricias tiernas que adornen el momento, con la belleza de tiernos lepidópteros revoloteando en mi ser interno, me conformo con el simple verso de un te quiero sincero, no de mis progenitores, sino de alguien más dispuesto a hacerlo.

Acechante se acerca el destino con cada tic toc del segundero, ¿qué es lo que viene?, a eso le temo, ¿qué es realmente lo que quiero?, algo en lo que no he detenido el tiempo para saberlo. Confusión, angustia, desesperación son tal vez, palabras que se ajustan a lo que ahora siento con respecto a mí y al futuro venidero, no sé lo que quiero o si lo que quiero es lo que anhelo. El tiempo pasa y mi vida se lleva, las olas vienen y van como mis afectos hacia los ajenos, el motivo para tal acción la desconozco por completo y el control sobre ella está más que disuelto.

Tal vez esto solo sea un momento más de delirios inexplicables, pero, no hay peor amenaza para el ser humano que su mismo ser, nadie nunca lo conocerá lo suficiente para hacerle el mismo daño que uno puede hacerse tan solo con pensar…



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