Es curioso pensar que años atrás me remitía a las letras solo cuando quería gritar tan fuerte que los pulmones estallaran y todo por fin tuviera un final, en efecto vengo a desahogarme pero ya no queriendo terminar con todo como si despertar de un sueño se tratara.
Durante mucho tiempo he estado alejada de escribir, al menos con la intención de publicar, y hoy siento esa profunda necesidad de hacerlo y contarle, a quiénes quizá, llevan años siguiendo mis letras y encontrando en ellas un refugio.
Hoy puedo decir, con una sonrisa, que no morí, que muchas cosas que parecían tormentosas dejaron de serlo y que en la constante búsqueda de mi verdadero yo, me encontré, en aquella silla que creía vacía pero que siempre estuvo ocupada por el inexplicable vacío que habitaba en mi interior, invisible pero tormentoso.
Hoy me abrazo, hoy me siento orgullosa de mí porque no sucumbí ante tantos pensamientos devastadores que amenazaban una y otra vez con terminar conmigo, con mis sueños.
Hoy hace un año aproximadamente, tuve una experiencia que me llevó a un límite indescriptible… creo que nunca había estado tan cerca de lograrlo, nunca había acariciado a la muerte de la forma que lo hice ese día, y acepto que por un momento se sintió perfecto, sin embargo, por primera vez tuve miedo de lo que había hecho. Al final se resolvió, digo, estoy aquí escribiendo esto y bueno, desde ese día me prometí que jamás me haría algo así, pasara lo que pasara.
Ha sido un año muy complicado, como para muchos, ya lo sé, pero este es mi espacio, así que de manera egoísta hablaré solo de mí. Estoy a pocos días de cumplir años, y aunque es una fecha que me “emociona”, pues es el único día del año que creo que soy lo más importante del universo, también me asusta mirar hacia atrás y darme cuenta cómo ha pasado el tiempo, cómo quizá he perdido oportunidades, cómo ya es demasiado tarde para muchas cosas, cómo la responsabilidad ahora pesa y por más que quiera no puedo solo librarme de ella.
Hay tantas cosas que aún no he hecho, y no sé a ciencia cierta cuánto tiempo me queda, no sé si lograré hacer todo lo que tengo en mi cabeza. A veces, con bastante frecuencia me siento tan perdida, desorientada, a veces me pregunto qué estoy haciendo con mi vida. Ante los ojos de los demás es exitosa, es decir “tengo buenos trabajos”, vivo sola con mis gatos y me doy “lujos”... pero solo la luna, mi eterna compañera, sabe cuántas veces en la noche lloro desconsolada porque aunque estoy agradecida con la “vida que tengo” no es lo que quiero, y aunque muchos vengan a decir que es lo que necesito, aún conservo ese joven sentimiento de convencimiento de que “vine a hacer algo más grande a este mundo” que solo seguir el juego… uno que denomino el juego del encierro.
A 6 días de mi cumpleaños, mantengo firme el pensamiento, sentimiento y deseo de que algo grande pasará, no como un acto de magia, más bien como una respuesta a años de esfuerzo y dedicación. Me rehúso a pensar que solo vine a “vivir una vida planeada por alguien más”. Me prometo que un día, volveré a este escrito y le diré a mi yo del pasado: “Lo logramos, gracias por creer”.
Ya no más intentos de desaparecer, ya no más permisos a los demás para lastimarme, ya no más migajas de amor, ya no más permiso de sobrepasar los límites… Merezco ser feliz, merezco ser amada, merezco ser admirada, y comienzo por mí misma, por amarme y respetarme tal y como soy.
Mi querida yo, hoy te abrazo, y de corazón te pido perdón, gracias por ser tan fuerte, gracias por ser tan leal y apasionada, gracias infinitas por estar aquí, por respirar y mantener el anhelo intacto de hacer algo más que lo normal.
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